lunes, 23 de marzo de 2015

: (para leer con lentitud)

Como mirar sin ver,
extender la mano y no tocar
o hablar sólo sin obtener respuesta.
Lo que permanece en quien se queda:
el ácido dolor de quien extraña.
La huella en la arena,
en la nieve, en el asfalto,
en la hierba...hasta en el aire:
un rastro de silencio que vas dejando
para que no te encuentre.
Esa sombra sin luz que la defina,
que se proyecta a donde quiera que vaya
y que regresa por donde vengo
con las manos siempre vacías.
El eco de un interrogante suspendido en el vacío

que suena como una llamada,
como una invitación a saltar…
La constante duda.
La insoportable pesadumbre
de las palabras nunca pronunciadas.
La nostalgia
y todo el cariño que aún te estás llevando
sin querer.
Esperar sin sentido
a que una puerta se abra,
a reconocer en la distancia
un rostro en una calle atestada
o a querer verlo
en cada persona que pasa.
Esperar a escuchar el propio nombre
en una voz olvidada.
Esperar...que es como buscar
sin moverse del sitio,
con el tiempo dormido.
Ausencia: no saber
y no poder hacer nada.
Y mientras alimentas esperanzas
cebándolas con hambre,
imaginar tu mirada.
Sucumbir a la incertidumbre
desconociendo si la ausencia es mutua,
o solo tuya, o solo mía, o de nadie.