Así como los encuentros contienen
el germen de una despedida,
así contienen las palabras
el germen latente del silencio.
Me inventé un mal poeta
donde solo había un niño,
para decirte lo que no podía o no sabía:
el peor poema del mundo.
Todas esas palabras, ya tan viejas,
tan gastadas y tan insuficientes,
relucen tan nuevas, tan genuínas,
tan plenas cuando buscan encontrarte
a la vuelta de la esquina de un instante.
Te las han escrito ya todos los poetas,
quienes parecen haberte conocido,
sufrido y amado infinitamente mejor que yo.
Mis versos se mueren en tu silencio
y yo me siento morir con ellos,
mientras camino de espaldas
por un callejón sin salida,
mirando hacia atrás hasta no se sabe dónde,
ni cuándo, ni por qué,
mientras solo me acompaña mi sombra
y la certeza implacable de que algún día
yo también seré silencio
y nada más.
Poema seleccionado como finalista en el
I Premio Internacional de Poesía Jovellanos.
El Mejor Poema del Mundo.